La previa
Nunca fui un seguidor del fútbol Japonés, de hecho el único contacto que tuve fue en mi infancia cuando veía la serie Super Campeones (en otros países denominada Capitan Tsubasa) en la televisión, Oliver, Benji, campos de juego gigantes y acrobacias imposibles que hacia llevar el fútbol a un mundo de ilusiones.
Con esa poca o nula información y algo más nos adentramos con nuestro grupo de viaje a acercarnos un poco más a la pasión por el fútbol que tenían los japoneses, un poco por curiosidad y otro poco por seguir a un jugador.
Una tarde de Clásico
Volviendo un poco a la realidad del fútbol, nos tocó pasar la tarde en Osaka y nos sacó de los paseos tradicionales ya que no visitamos templos ni jardines sino que fuimos a ver a el equipo donde milita nuestro compatriota Diego Forlán que es el Cerezo de Osaka.
Se daba la casualidad que se jugaba el clásico contra el Gamba Osaka por lo que nos motivó el doble a ir, aunque en la previa estaban las entradas agotadas (50.000 entradas) nos mandamos a ver que pasaba, todos sabíamos que le íbamos a buscar la vuelta para poder entrar.
Ya en el tren de ida la gente nos miraba ya que teníamos puesta la camiseta de Uruguay y EMI la de Peñarol, y nos decían «uraguai» y acompañaban con una sonrisa, la simpatía y el respeto fueron los mejores regalos de ese día, incluso compartimos el viaje de ida con un hincha del gamba Osaka y nos decía que a pesar de que Forlán estuviera en otro equipo lo querían mucho y que era un ídolo.
De la «prensa» a la reventa
Al llegar al estadio recurrimos a nuestros bien elaborados carnet de prensa falsos, nos acompañaron a la entrada de prensa y como no teníamos reserva se nos frustro la entrada, igual se la lloramos a morir y nos quedamos media hora pidiendo que nos dejaran pasar y de paso con los celulares hacíamos como que cubríamos el partido, unos chantas!!.
Ya que no pudimos entrar a la uruguaya tuvimos que entrar a la japonesa comprando entrada, todas agotadas así que recurrimos al siempre necesario mercado de la reventa, nos apartamos unos metros y ahí nomás a encarar a los revendedores, que muy caro, que te compro 4, que está por empezar y te las vas a quedar de clavo (todo esto en lenguaje de señas) y al fin regateando un poco nos pudimos hacer de esas ansiadas entradas.
El estadio se hizo sentir
Entramos al estadio repleto de bote a bote, hinchadas enfervorizadas, la primera impresión fue que la son mucho más pasionales de lo que me imaginaba, gritando, coreando canciones y el nombre de Diego, la verdad un contexto espectacular!
Entramos justo cuando entraban los equipos a la cancha, nos sentamos en las gradas rodeados de miradas, la gente nos preguntaba si éramos de Uruguay y nos pedían para sacarse fotos con nosotros tanto durante como después del partido, hasta sé acercaron y cuando vieron la camiseta de EMI dijeron «Perarol» y ahí no podíamos creerlo nos mirábamos y no podíamos creer de lo gigante de la institución como para que sea conocida hasta en el mismísimo Japón.
El trámite
El trámite del partido se lo podría calificar como chato, aguerrido, y aparte de Forlán destaca el zaguero Yamashita que haciendo honor a su posición se despachó con varias patadas, terrible latero pero buen jugador.
Admito que el cerezo juega mejor que la máquina aurinegra, el resultado 2 a 2 con 2 goles del Diego de los uruguayos, cabe destacar que en cada uno de los goles la gente se acercaba y nos daban las gracias con una sonrisa en la cara llena de emoción como que nosotros tuviéramos algo que ver con el tramite del partido.
Finalizado el partido se nos hizo bastante difícil salir ya que en el recorrido parábamos cada pocos metros para sacarnos fotos, chocar los 5 y abrazarnos con la gente, mucho cariño recibido, nos sentimos famosos por un rato, fue increíble.
Las grandes ausencias
Cuando uno por estos lados se pone a pensar en fútbol, pasión y clásico, lamentablemente siempre le sigue la palabra violencia y falta de respeto en forma automática, por suerte esa tarde de clásico en Japón nos supo enseñar que a pesar de compartir una pasión y de siempre querer ganarle al otro, tanto la violencia como la falta de respeto fueron los principales ausentes.